Page 133 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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más próxima y repitió la operación. Ésta tampoco


            cedió. Con una exclamación de impaciencia, cogió


            otra y estiró, y luego probó varias más. Ninguna de


            ellas cedió.


                   Probó otra. Tiró de ella con toda la fuerza que


            pudo,  desesperadamente,  apuntalándose  con  los


            pies en las restantes pajas. Cuando al fin cedió una,



            se soltó con tanta facilidad que él salió volando y


            aterrizó  de  espaldas  sobre  el  suelo  de  cemento.


            Lanzó un grito agudo y entonces tuvo que rodar


            apresuradamente hacia un lado para evitar que la


            paja le cayera sobre la cabeza.


                   Se puso en pie, sintiendo un gran dolor en la


            espalda.  Agachándose,  cogió  la  paja  y  la  arrastró


            lentamente hasta el escalón, donde la extendió en


            sentido  perpendicular  al  precipicio.  Entonces  la



            dejó caer y descansó un momento, jadeante y con


            las  manos  en  las  caderas.  Los  rayos  de  sol  que


            pasaban  sobre  su  cabeza  parecían  un  reluciente


            puente, tan grueso y brillante que sintió el impulso


            de correr por él hasta el patio.


                   Cerró los ojos e inhaló grandes bocanadas del


            frío  aire  de  marzo.  Entonces  corrió  hasta  el  otro



            extremo  de  la  paja  y  la  levantó.  Apoyando  el


            extremo  en  la  áspera  cara  de  cemento,  siguió


            levantándola e hizo avanzar el extremo para que la


            paja  fuera  subiendo  el  escalón.  ¿Podría  oír  el






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