Page 141 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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pienses en ello», se advirtió a sí mismo. «Por favor.


            No pienses en las cosas que podrían haber pasado».


                   La segunda vez consiguió apuntalar la paja en


            el borde de la primera piedra. Pero mientras estaba


            descansando,  la  paja  se  cayó  y  casi  se  derrumba


            encima de su cabeza. Maldiciendo con desesperada


            cólera, volvió a apoyar la paja y después, con un



            acceso  de  energía,  la  levantó  de  nuevo,


            asegurándose esta vez de que estaba segura antes


            de soltarla.


                   La  próxima  subida  era  aún  más  difícil.  El


            sistema de palancas no sería tan efectivo, porque


            tendría que empezar a levantar la paja al nivel de


            su cintura, hasta llegar a la superficie de la segunda


            piedra,  que  estaba  a  nivel  de  sus  hombros.  Las


            piernas  no  le  servirían  de  nada.  Toda  la  fuerza



            tendría  que  proceder  de  su  espalda,  hombros  y


            brazos.


                   Mientras  inhalaba  aire  por  la  boca,  esperó  a


            tener  el  pecho  hinchado  y  entonces,  dejando


            bruscamente de respirar, alzó la pesada paja y la


            dejó sobre la segunda piedra. Hasta que no la soltó,


            no  se  dio  cuenta  del  gran  esfuerzo  que  había



            realizado. Notaba en la espalda y en las ingles una


            dolorosa  tensión  que  fue  disminuyendo  muy


            lentamente,  como  si  los  músculos  hubieran  sido


            retorcidos ―como  una  pieza  de  ropa  que  se






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