Page 186 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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búsqueda del guijarro. Al fin encontró uno y,
acercándolo al dedal, se encaramó a él. Le quedaba
cerca de un metro para llegar al borde. Se agachó
un poco, se apuntaló, y dio un salto.
Se asió con los dedos al borde del dedal y se
afianzó. Sus pies daban patadas al azar y
resbalaban sobre el borde al tratar de encaramarse
a él. «¡Agua!», pensó, a punto de saborearla en la
boca. Agua.
Al principio no se dio cuenta de que el dedal se
estaba ladeando. Se sintió invadido por el pánico
cuando el dedal empezó a volcarse. Tratando de no
perder el equilibrio, se agarró con más fuerza en vez
de soltarse. «¡Suéltate!», le gritó su mente. Aflojó la
presión y cayó pesadamente, aterrizando sobre el
borde del guijarro; perdió el equilibrio por segunda
vez y cayó hacia atrás agitando los brazos. Se
desplomó encima del cemento y se dio un golpe
que le cortó la respiración. El dedal seguía cayendo.
Con una exclamación de terror, se tapó la cara con
un brazo y esperó a que el dedal le aplastara.
Pero sólo agua fría cayó sobre él, cegándole y
ahogándole. Luchando por inhalar un poco de aire,
se puso de rodillas. Otra ola de agua se precipitó
sobre él y estuvo a punto de volver a caerse de
espaldas. Tosiendo y escupiendo, se levantó, sin
dejar de frotarse los ojos.
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