Page 253 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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atracciones y los labios fuertemente apretados.


                   —Tú te quedarás en el coche —dijo con acento


            inquieto.


                   —¿Qué otra cosa puedo hacer?


                   —Es por tu propio bien —dijo ella.


                   Ésta  era  una  frase  que  ahora  empleaba


            continuamente; dicha con enorme paciencia, como



            si no se le ocurriera otra cosa que decir.


                   —Claro —repuso él.


                   —Mamá,  vamos  —dijo  Beth,  con  decidida


            ansiedad—. No llegaremos a tiempo.


                   —De  acuerdo.  —Lou  abrió  la  portezuela—.


            Aprieta el botón —dijo, y Beth apretó el seguro de


            su  puerta  y  se  dispuso  a  salir  por  el  lado  del


            conductor.


                   —Lo mejor sería que te encerraras —dijo Lou.



                   Scott no contestó. Sus botitas de bebé cayeron


            con un ruido sordo sobre el asiento. Lou esbozó una


            sonrisa.


                   —No              tardaremos                   —dijo,             cerrando                la


            portezuela.


                   Él se la quedó mirando, mientras introducía la


            llave en la cerradura y se oía el ruido del seguro al



            cerrarse.  Lou  y  Beth  atravesaron  la  calle,  la  niña


            tirando ansiosamente de la mano de su madre, y


            entraron en los terrenos de la feria.


                   Permaneció                   inmóvil               durante              un          rato,






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