Page 254 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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preguntándose por qué razón había insistido tanto
en acompañarlas a pesar de saber que no podría
entrar con ellas. La razón era evidente, pero no
quiso admitirla. Había regañado a Lou para ocultar
la vergüenza que sentía por haberla obligado a
abandonar su empleo en la tienda del lago; la
vergüenza que sentía al ver que ella debía quedarse
en casa, porque no se atrevía a contratar otra niñera,
porque tendría que escribir a sus padres y pedirles
dinero. Por eso se había puesto a gritar y había
insistido en acompañarlas. Al cabo de unos
minutos se puso en pie sobre el asiento y se acercó
a la ventanilla. Arrastrando un almohadón hasta
donde él estaba, se subió a su blanda superficie y
apretó la nariz contra el cristal helado. Contempló
la feria con mirada dura e indiferente, en busca de
Lou y Beth; pero habían sido ingeridas por el gentío
en constante movimiento.
Contempló la noria unos momentos, con sus
pequeños asientos balanceándose de un lado a otro
y los pasajeros fuertemente agarrados a las barras
de seguridad. Desvió la mirada hacia el látigo. Vio
cómo giraba a toda velocidad y cómo las jaulas
daban vueltas igual que las manecillas de un reloj
que se hubiera disparado. Contempló las rítmicas
vueltas del tiovivo y oyó débilmente su estridente
música. Era otro mundo.
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