Page 29 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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—Te pregunté que si has desayunado.
—¡Oh!, sí. Hacia las ocho, supongo.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres que pare?
—No.
La miró de reojo, observando la tensa indecisión
de su rostro.
—¡Bueno, dilo! —estalló él—. Por el amor de
Dios, dilo y quédate tranquila.
Vio que la suave piel de su garganta se contraía
al tragar saliva.
—¿Qué quieres que te diga? —preguntó ella.
—Está bien —asintió en cortos y espasmódicos
movimientos—. Está bien, ahora haz que parezca
culpa mía. Soy un idiota que no quiere saber lo que
no funciona en su interior. Soy…
Concluyó antes de haber empezado. La
contracorriente de temores secretos que le
atenazaba ahogó toda su rabia. La cólera sólo se
refleja en accesos esporádicos en un hombre que
vivía con el horror.
—Ya sabes lo que siento, Scott… —dijo ella.
—Claro que sé lo que sientes —repuso él—. Sin
embargo, tú no tienes que pagar las facturas.
—Ya te he dicho que estoy más que dispuesta a
trabajar.
—Es inútil seguir hablando de ello —dijo él—.
El hecho de que tú trabajaras no nos ayudaría en
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