Page 33 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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solía acostarse a medianoche.
Escuchó el lento rasgueo de la araña sobre la
tapa de la caja, bajando por un lado, subiendo por
otro, buscando con terrible paciencia alguna
abertura. Una viuda negra. Los hombres la
llamaban así porque la hembra mataba y se comía
al macho, si tenía oportunidad de hacerlo, después
del apareamiento.
Una viuda negra. De un negro brillante, con el
estrecho rectángulo escarlata en su abdomen con
forma de huevo; lo que se llamaba su «reloj de
arena». Una criatura con un sistema nervioso
altamente desarrollado, y una memoria
considerable. Una criatura cuyo veneno era doce
veces más mortífero que el de la serpiente de
cascabel.
La viuda negra se encaramó a la tapa de la caja
debajo de la cual se escondía, y creyó comprobar
que era casi tan grande como él. Al cabo de unos
días sería igual de grande; después, en unos días
más, mayor que él. La idea le trastornó. ¿Cómo
podría escaparse, entonces?
«¡Tengo que salir de aquí!», pensó
desesperadamente.
Sus ojos se cerraron, sus músculos se
contrajeron lentamente en la admisión de su
inutilidad. Ya hacía cinco semanas que trataba de
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