Page 32 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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quieres volver.
—¡No quiero volver porque es inútil! —gritó.
Siguieron en silencio durante algunos
kilómetros. Después, ella dijo:
—Scott, ¿crees realmente que hubiera preferido
mi seguridad a tu salud?
Él no contestó.
—¿Lo crees o no?
—¿Por qué hablar de ello? —dijo.
A la mañana siguiente, sábado, recibió las hojas
de solicitud procedentes de la compañía
aseguradora de vida y las rompió en cuatro
pedazos, que tiró a la papelera. Después salió a dar
un largo y triste paseo. Y mientras estaba fuera
pensó en la creación, por parte de Dios, del cielo y
la tierra en siete días.
El menguaba tres milímetros y medio al día.
En el sótano todo era silencio. La estufa acababa
de apagarse, y el metálico jadeo de la bomba de
agua había sido silenciado por una hora. Yacía bajo
la tapa de la caja de cartón escuchando el silencio,
exhausto, pero incapaz de dormir. Una vida animal
sin una mente animal no inducía el sueño pesado y
fácil de un animal.
La araña apareció hacia las once. Él no sabía que
eran las once, pero aún sonaban los ruidos sordos
de unos pasos encima de su cabeza, y sabía que Lou
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