Page 34 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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salir  del  sótano.  ¿Qué  posibilidades  tenía  ahora,


            que  medía  la  sexta  parte  de  su  estatura  en  el


            momento de entrar en él?


                   Los arañazos volvieron a oírse, esta vez debajo


            del cartón.


                   Había un pequeño desgarrón en un lado de la


            tapa de la caja; suficiente para que la araña metiera



            una de sus muchas patas.


                   Permaneció  allí  temblando,  escuchando  el


            rasgueo  de  la  afilada  pata  en  el  cemento,  que


            sonaba como una navaja de afeitar sobre papel de


            lija. Nunca se acercaba a más de doce centímetros


            de la cama, pero le daba pesadillas. Cerró los ojos


            con fuerza.


                   —¡Fuera  de  aquí!  —chilló—.  ¡Fuera  de  aquí,


            fuera de aquí!



                   Su voz sonó con estridencia debajo del recinto


            acartonado.  Le  dolieron  los  tímpanos.  Siguió


            temblando  violentamente  mientras  la  araña


            rascaba, saltaba y se encaramaba a la tapa de la caja,


            tratando de meterse por ella.


                   Dando la vuelta, sepultó la cara en las ásperas


            arrugas  del  pañuelo  que  cubría  la  esponja.  «¡Si



            pudiera  matarla!»,  pensó  con  angustia.  Entonces,


            por lo menos sus últimos días serían tranquilos.


                   Cerca  de  una  hora  más  tarde,  los  arañazos


            cesaron  y  el  animal  se  alejó.  Una  vez  más  fue






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