Page 324 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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antes de seguir corriendo hacia la libertad.
Se levantó con rapidez, con mechones de cabello
sobre la frente y el rostro lleno de polvo. La araña
intentó saltar sobre él, con las patas extendidas y las
mandíbulas dispuestas a cerrarse encima de él. El
alfiler la lanzó hacia atrás; el espantoso chillido
penetró nuevamente en el cerebro de Scott.
No pudo resistirlo. Echó a correr por la arena y
la araña le siguió hasta donde pudo, saltando y
estirando furiosamente el hilo que la mantenía
prisionera.
El alfiler chorreaba sangre. Con los dientes
apretados, Scott lanzó varios puñados de arena
sobre él, y después lo desclavó y se apartó
rápidamente. Tenía ya su lanza extendida y
apoyada en la cadera.
La araña dio un salto. Scott se apresuró a atacar
y la punta de la lanza atravesó la concha negra; la
sangre manó en abundancia. La araña dio otro
salto; la punta de la lanza le rasgó la piel y salió más
sangre. La araña siguió saltando una y otra vez
hacia la punta de la lanza, hasta que su cuerpo fue
una masa de perforaciones.
Los chillidos habían cesado. La araña se movía
con lentitud, retrocedía con inseguridad sobre sus
patas temblorosas. Scott experimentó la súbita
necesidad de poner fin a su agonía. Podía alejarse y
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