Page 37 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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señales. Su mano oscureció la línea indicadora de


            que medía cinco de estas partes.


                   Dejó caer la mano a lo largo del cuerpo. «Pero


            ¿qué esperabas?», inquirió su mente. No contestó.


            Se  limitó  a  preguntarse  por  qué  se  torturaba  de


            aquel  modo  todos  los  días,  insistiendo  en  ese


            masoquismo  clínico.  No  podía  creer  que  ahora



            fuera a detenerse; que las inyecciones empezaran a


            hacer  efecto  en  aquel  punto.  Entonces,  ¿por  qué?


            ¿Formaba parte de su resolución previa acerca de


            seguir  el  descenso  hasta  el  mismo  final?  En  este


            caso, ya era inútil. Nadie más lo seguiría.


                   Paseó  lentamente  por  el  frío  cemento.  A


            excepción del ligero golpeteo de la lluvia sobre las


            ventanas, el sótano estaba en silencio. A lo lejos se


            oía  el  retumbante  sonido  de  un  tambor;



            probablemente  era  la  lluvia  en  las  puertas  del


            sótano.                   Siguió                  andando,                     desviando


            automáticamente  la  mirada  hacia  el  borde  del


            precipicio, en busca de la araña. No estaba allí.


                   Caminó  pesadamente  bajo  el  árbol  de  trapos


            para  dirigirse  al  escalón  que  se  hundía  tres


            centímetros  por  debajo  de  la  vasta  y  oscura  cava



            donde se hallaban el depósito y la bomba de agua.


            «Tres centímetros», pensó, acercándose lentamente


            a la escalera de cuerda que había hecho y que estaba


            atada  al  ladrillo  de  encima  de  ese  escalón.  Tres






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