Page 36 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
P. 36

4








                   Sus ojos se abrieron.


                   Sólo  el  instinto  le  dijo  que  la  noche  había


            finalizado.  Debajo  de  la  caja  aún  reinaba  la


            oscuridad. Ahogando un gemido, se incorporó en



            la cama de esponja y se puso cautelosamente en pie


            hasta apartar la superficie de cartón con el hombro.


            Después fue a una esquina y, empujando con fuerza


            hacia arriba, acabó de desplazar la tapa de la caja.


                   En el mundo exterior estaba lloviendo. Una luz


            grisácea se introducía entre las gotas que mojaban


            los  cristales,  convirtiendo  las  sombras  en


            oscilaciones  sesgadas  y  las  manchas  de  luz  en


            estremecimientos de pálida gelatina.



                   Lo primero que hizo fue bajar de la plataforma


            de cemento y dirigirse a la regla de madera. Era lo


            primero  que  hacía  todas  las  mañanas.  La  regla


            estaba junto a las ruedas de la enorme cortadora de


            césped amarilla, allí donde él la había dejado.


                   Se apretó contra su superficie graduada y puso


            la  mano  derecha  encima  de  su  cabeza.  Entonces,



            dejando la mano en aquel lugar, dio un paso atrás


            y miró.


                   Las reglas no estaban divididas en partes de tres


            milímetros  y  medio;  él  mismo  había  añadido  las






                                                                                                            36
   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41