Page 36 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Sus ojos se abrieron.
Sólo el instinto le dijo que la noche había
finalizado. Debajo de la caja aún reinaba la
oscuridad. Ahogando un gemido, se incorporó en
la cama de esponja y se puso cautelosamente en pie
hasta apartar la superficie de cartón con el hombro.
Después fue a una esquina y, empujando con fuerza
hacia arriba, acabó de desplazar la tapa de la caja.
En el mundo exterior estaba lloviendo. Una luz
grisácea se introducía entre las gotas que mojaban
los cristales, convirtiendo las sombras en
oscilaciones sesgadas y las manchas de luz en
estremecimientos de pálida gelatina.
Lo primero que hizo fue bajar de la plataforma
de cemento y dirigirse a la regla de madera. Era lo
primero que hacía todas las mañanas. La regla
estaba junto a las ruedas de la enorme cortadora de
césped amarilla, allí donde él la había dejado.
Se apretó contra su superficie graduada y puso
la mano derecha encima de su cabeza. Entonces,
dejando la mano en aquel lugar, dio un paso atrás
y miró.
Las reglas no estaban divididas en partes de tres
milímetros y medio; él mismo había añadido las
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