Page 38 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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centímetros, y para él era el equivalente de cuarenta
y cinco metros referidos a un hombre de estatura
normal.
Empezó a bajar prudentemente, raspándose los
nudillos contra el áspero cemento. Tendría que
habérsele ocurrido un medio de mantener la
escalera apartada de la pared. Bueno, ya era
demasiado tarde para eso; él era demasiado
pequeño. En realidad, incluso estirándose
dolorosamente, apenas llegaba al travesaño de
debajo, al de debajo de éste…, al de debajo de éste.
Haciendo una mueca, se salpicó la cara con agua
helada. Llegaba justo al borde del dedal. Al cabo de
dos días ni siquiera llegaría al borde y,
probablemente, tampoco podría bajar por la
escalerilla de cuerda. ¿Qué haría entonces?
Tratando de no pensar en problemas insolubles,
bebió el agua en la palma de la mano; bebió hasta
que le dolieron los dientes. Entonces se secó la cara
y las manos en su túnica y se encaramó a la escalera.
Tuvo que detenerse y descansar a mitad de la
ascensión. Permaneció allí, con los brazos alrededor
de un peldaño, cuyo cordel tenía para él el grosor
de una cuerda.
¿Y si la araña aparecía en aquel momento en la
parte superior de la escalerilla? ¿Y si empezaba a
descender en dirección a él? Se estremeció.
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