Page 39 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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«Basta»,  rogó  a  su  mente.  Ya  era  bastante


            tormento  tener  que  protegerse  realmente  de  la


            araña para además llenar el resto del tiempo con


            crueles fantasías.


                   Tragó  saliva  nuevamente,  atenazado  por  el


            miedo. Era verdad. La garganta le dolía.


                   —¡Oh, Dios mío! —murmuró.



                   Fue todo lo que necesitó.


                   Trepó el resto del camino en silencio, y después


            inició su excursión de cuatrocientos metros hasta el


            frigorífico. Dio la vuelta a las gruesas espirales de


            la manguera, pasó junto al asa ―tan grande como


            un árbol― del rastrillo, las ruedas tan altas como


            una  casa  de  la  segadora  de  césped,  la  mesa  de


            mimbre que tenía la mitad de altura de la nevera, la


            cual era, a su vez, tan alta como un edificio de diez



            pisos.  El  hambre  ya  empezaba  a  contraerle  el


            estómago.


                   Se  quedó  mirando  la  nevera  con  la  cabeza


            echada hacia atrás. De haber visto algunas nubes


            flotando  sobre  su  cilindro  superior,  la  lejanía  del


            pico  de  la  montaña  no  habría  sido  más


            gráficamente manifiesta para él.



                   Bajó la mirada. Inició un suspiro, pero el suspiro


            fue cortado por un brusco gruñido. Volvía a ser la


            estufa,  que  estremeció  el  suelo.  Nunca  se


            acostumbraría.  No  tenía  un  ritmo  de  encendido






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