Page 359 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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gemido y dejó caer el brazo. Permaneció tendido
sobre el estómago, estremecido por el frío, con la
frente apoyada en el áspero suelo de cemento.
Solo.
Finalmente dio media vuelta y se incorporó. El
dolor se esparció por toda su cabeza. No cesó
inmediatamente. Tuvo que apretarse las sienes con
ambas manos para atenuar su aguda repercusión.
Tras un largo rato, el dolor cesó y se concentró en la
base del cráneo, como si tuviera un millar de púas
hundidas en la carne. Se preguntó si tendría el
cráneo fracturado, y después llegó a la conclusión
de que, si ese fuera el caso, no estaría en condiciones
de preguntarse nada.
Abrió los ojos y paseó la mirada por el sótano,
con los ojos semicerrados a causa del dolor. Todo
seguía igual. Su mirada triste vagó por los
conocidos rincones. «¡Y yo que pensaba salir de
aquí!», se dijo con amargura. Lanzó una ojeada por
encima del hombro. La puerta, como era natural,
volvía a estar cerrada. Y, probablemente, con llave.
Seguía estando atrapado.
Su pecho se estremeció con un profundo
suspiro. Se humedeció los labios resecos. Volvía a
tener sed, y también hambre. Todo aquello era
absurdo.
Incluso la más ligera contracción de las
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