Page 40 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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regular. Y lo que era peor, cada día parecía más
ruidosa.
Durante lo que él creyó un largo rato, siguió
mirando indecisamente las blancas patas de la
nevera. Después reaccionó y suspiró
profundamente. No tenía sentido permanecer allí.
O bien llegaba a las galletas, o bien se moría de
hambre.
Paseó la vista por la mesa de mimbre, haciendo
planes.
Como la cima de una montaña, la parte superior
de la nevera podía alcanzarse por diversas rutas,
ninguna de ellas fácil. Podía tratar de escalar la
escalerilla que, como la segadora de césped, se
hallaba apoyada en el depósito de combustible.
Una vez llegara a la parte superior del depósito
―una hazaña que, por sí misma, podía equipararse
a la ascensión del Everest―, podía llegar al enorme
montón de cajas de cartón que había junto a él,
pasar a la amplia cara de la maleta de piel de
Louise, y desde allí subir por la cuerda hasta la
parte superior de la nevera. También podía tratar
de encaramarse a la mesa roja de patas en cruz,
saltar por encima de las cajas, atravesar la maleta y
subir por la cuerda. O bien tratar de subir a la mesa
de mimbre, que estaba junto a la nevera, y una vez
en la cumbre, trepar por la larga y peligrosa cuerda.
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