Page 41 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Se volvió de espaldas a la nevera y recorrió el


            sótano  con  la  mirada,  fijándose  en  la  pared  del


            precipicio, los útiles de croquet, las amontonadas


            sillas de jardín, la sombrilla de alegres rayas y los


            taburetes plegables de lona color aceituna. Lo miró


            todo con desaliento.


                   ¿No  había  otra  solución?  ¿No  había  ninguna



            otra cosa para comer, aparte de aquellas galletas?


                   Paseó  lentamente  la  mirada  por  el  borde  del


            precipicio.  Allí  estaba  la  última  rebanada  de  pan


            seco que le quedaba; pero sabía que no podía ir a


            buscarla.  El  miedo  a  la  araña  estaba  demasiado


            arraigado  en  él.  Ni  siquiera  el  hambre  podría


            impulsarle a trepar nuevamente aquel precipicio.


                   De  repente  pensó:  «¿Serán  comestibles  las


            arañas?». El estómago le dio un vuelco. Apartó la



            idea de su mente con un gran esfuerzo, y volvió a


            enfrentarse con el problema más inmediato.


                   No podía realizar el ascenso sin ayuda, y éste no


            era más que el primer obstáculo.


                   Paseó por el suelo, sintiendo su frescor a través


            de las sandalias casi gastadas. Bajo las sombras del


            depósito  de  combustible,  trepó  entre  los  bordes



            rasgados de un lado de la caja de cartón. «¿Y si la


            araña  estuviera  esperándome  dentro?»,  pensó.  Se


            detuvo,                  con              el           corazón                  latiéndole


            apresuradamente, una pierna dentro y la otra fuera.






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