Page 42 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Aspiró con fuerza para darse ánimos. No es más que
una araña —se dijo—. No es una especialista en táctica.
Mientras seguía trepando para introducirse en
las mohosas profundidades de la caja, deseó poder
creer realmente que la araña no era inteligente, sino
un ser guiado por sus instintos.
Cuando buscaba el hilo, su mano tropezó con
un objeto de metal helado y dio un salto hacia atrás.
Se repuso. No era más que un alfiler. Sus labios se
fruncieron. ¿Nada más que un alfiler? Era del
tamaño de la lanza de un caballero.
Encontró el hilo y desenredó laboriosamente
unos veinte centímetros. Le llevó un minuto de tirar
y morder con los dientes para separarlo de su
carrete, grande como un barril.
Arrastró el hilo fuera de la caja y volvió a la
mesa de mimbre. Después se dirigió al montón de
troncos, y rompió un trozo del mismo tamaño que
su brazo, desde el codo a las yemas de los dedos. Lo
llevó consigo a la mesa y lo ató al hilo.
Ya estaba listo.
El primer paso era fácil. Retorciéndose como
una enredadera en torno a la pata central de la mesa
había dos tiras de mimbre más estrechas, de un
grosor parecido al de su cuerpo. En un punto siete
centímetros más abajo del primer estante de la
mesa, estas dos tiras se separaban de la pata,
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