Page 47 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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todo su terror e infelicidad contenidos se hicieron
patentes.
Él permaneció a su lado, rodeándola con un
brazo, y deseando consolarla, pero sin ser capaz de
otra cosa más que de mirar su rostro y luchar contra
la deprimente sensación de ser mucho más bajo que
ella.
—Muy bien —le dijo—, muy bien. Volveré.
Volveré; no llores.
Y al día siguiente, llegó del Centro una carta en
la que se le comunicaba que «debido a la insólita
naturaleza de su enfermedad, cuya investigación
puede ser de inestimable valor para el
conocimiento médico», estaban dispuestos a
continuar las pruebas gratuitamente.
Y el regreso al Centro; se acordaba muy bien. Y
el descubrimiento.
Las cosas fueron recobrando su forma ante los
ojos de Scott. Se puso en pie de nuevo con un
suspiro, apoyándose con una mano en la pata de la
mesa.
A partir de este lugar, las dos tiras se apartaban
completamente de la pata y se alzaban hacia
ángulos diferentes, reforzadas por sendos
largueros, hasta alcanzar la parte inferior de la
superficie de la mesa. A lo largo de cada tramo
ascendente había tres barras verticales, a modo de
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