Page 50 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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vacío.


                   Se  humedeció  los  labios  resecos.  Afuera,  la


            lluvia seguía cayendo; oía el golpeteo producido al


            chocar las gotas con los cristales de las ventanas.


            Torbellinos  de  luz  grisácea  iluminaban  su  rostro.


            Miró  por  encima  del  montón  de  troncos  hacia  la


            ventana,  a  unos  cuatrocientos  metros  de  él.  La



            forma  en  que  el  agua  de  lluvia  corría  por  los


            cristales  hacía  que  pareciera  unos  grandes  ojos


            huecos que le estuvieran mirando.


                   Desvió la mirada. No tenía sentido permanecer


            allí.  Tenía  que  comer.  Retroceder  habría  sido


            absurdo. Debía continuar.


                   Se preparó para el salto. Puede ser ahora —pensó,


            extrañamente alarmado—. Éste puede ser el fin de mi


            largo y fantástico viaje.



                   Apretó los labios con fuerza.


                   —Que  sea  lo  que  Dios  quiera  —susurró


            entonces, lanzándose al vacío.


                   Sus  brazos  chocaron  con  tal  fuerza  contra  la


            barra de madera que perdieron casi totalmente su


            capacidad  de  reacción.  «¡Me  caigo!»,  le  gritó  su


            mente.  Entonces  los  brazos  se  cerraron  sobre  la



            madera, y permaneció allí jadeando y balanceando


            las piernas sobre el tremendo vacío.


                   Estuvo así unos minutos, conteniendo el aliento,


            mientras esperaba que las sensaciones volvieran a






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