Page 55 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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modos, sólo le quedaban cuatro días de aguantarlo,
pensó.
Empezaba a tener frío en los pies; no había
tiempo que perder. Avanzó entre los deslucidos
botes de pintura hasta llegar a la cuerda, gruesa
como su cuerpo, que caía en espiral de la parte
superior de la nevera.
Un golpe de suerte. Encontró un arrugado trapo
rosa junto a la altísima botella marrón de aguarrás.
Se envolvió impulsivamente en él, se cubrió los pies
y se recostó en el resto de su arrugada blandura. El
trapo apestaba a pintura y aguarrás, pero eso no
tenía importancia. El calor interno de su cuerpo
empezó a rodearle agradablemente.
Allí apoyado, miró hacia la lejana repisa
superior de la nevera. Aún le quedaba una
ascensión equivalente a veintidós metros, y sin
otros apoyos que los que pudiera encontrar en la
misma cuerda. Virtualmente, tendría que trepar
todo el rato.
Cerró los ojos y permaneció inmóvil durante
unos minutos, respirando lentamente, y con el
cuerpo lo más relajado posible. Si los retortijones
que el hambre le producía no hubiesen sido tan
agudos, se habría dormido. Pero el hambre ejercía
la misma presión que una ola en las paredes de su
estómago, y le hacía rugir de vacío. Se preguntó si
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