Page 108 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 108
La penúltima verdad Philip K. Dick 108
esto frustración, o bien... ? ‐David Lantano lo miró
atentamente, con ojos escrutadores‐. Sí, ya veo que te
asusta.
Tras una pausa, Adams repuso:
‐Debo confesar que no las tengo todas conmigo. Pero
cuando tengo miedo es de noche, cuando no estoy aquí
en la Agencia sino en mi villa, a solas con mis robots. No
tengo miedo mientras estoy escribiendo, o entregando mi
texto al Megavac u observando al simulacro... no es aquí
donde tengo miedo. ‐Hizo un ademán vago‐. Aquí
siempre hay algo que hacer. Pero... cuando estoy solo,
entonces el miedo me domina.
Guardó silencio, sorprendiéndose al ver que había
confiado sus más íntimos sentimientos a aquel joven
desconocido. Normalmente, uno tenía buen cuidado de
no hablar demasiado de sí mismo a otros colegas de
Yance; cualquier información de carácter personal podía
volverse contra uno mismo, en aquella competencia
incesante por ser el único que escribiese discursos para
Yancy, en cierto modo, una manera de ser el propio Yancy.
‐Aquí en la Agencia de Nueva York ‐dijo Dave Lantano
con voz sombría‐, aunque todos nos hagamos la
competencia, en el fondo formamos un grupo, una
entidad. Lo que los cristianos llamaban una
congregación... con término altamente significativo y
especial. Pero luego, cuando dan las seis de la tarde, cada
uno de nosotros sale y monta en su volador. Cruza luego
108

