Page 113 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 113
trabajan para nosotros en las entrañas de la Tierra. ¿Y qué
os damos a cambio? «Discursos». No, el texto de Lantano
no decía exactamente eso: habría sido censurado. Pero
admitía una verdad: la de que los habitantes de los
tanques tenían derecho a algo que no poseían; eran
víctimas de unos expoliadores. Millones de seres
humanos habían sido expoliados, y no recibían
compensación por el expolio, ni moral ni legalmente.
‐Norteamericanos todos ‐había dicho gravemente el
simulacro de Talbot Yancy con su voz firme, estoica,
castrense, propia de un jefe o de un padre (Adams nunca
olvidaría aquel momento del discurso)‐: existe una
antigua idea cristiana, que sin duda conocéis, que nos
dice que la vida en la Tierra o, en vuestro caso, debajo de
ella, es un simple tránsito, un episodio entre una vida
anterior y la vida eterna y superior que seguirá a la actual.
Antaño un rey pagano de las Islas Británicas se convirtió
al cristianismo cuando oyó que comparaban su vida al
breve vuelo de un ave nocturna, que entró por una
ventana en la cálida sala de armas de su castillo,
brillantemente iluminada, para cruzar fugazmente sobre
los que allí se movían y hablaban con animación, como
una imagen tangible de la vida que le traía el consuelo de
hallarse en un lugar habitado. Mas, prosiguiendo su
vuelo, el ave salió del salón brillantemente iluminado por
otra ventana, y se alejó del castillo para entrar de nuevo
en las vacías tinieblas interminables de la noche que todo
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