Page 142 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 142
diminuta pala portátil, de que se hallaba a menos de un
metro de la superficie.
Interrumpió su trabajo, tratando de sobreponerse a su
emoción y tranquilizarse, porque pensaba que dentro de
unos quince minutos saldría a flor de tierra, donde
correría grave peligro de ser apresado.
Le hacía poquísima gracia lo de saber por instinto que
muy pronto iba a convertirse en una presa a la que darían
caza.
Seres artificiales y complicados, con miles de perfectos
componentes miniaturizados, con sistemas de autonomía
y reciclaje, con sensores de recepción, con fuentes de
energía prácticamente inagotables y, lo que era peor, con
tropismos que incluían esa cualidad esencial de la vida: el
factor llamado calor.
El hecho escueto era éste: que al estar vivo,
necesariamente sería descubierto; esto era la realidad en
la superficie de la tierra, y él tenía que prepararse para
afrontarla. Desde ahora no podría pensar en otra cosa
sino en huir y ocultarse. No podía luchar; le sería
imposible vencer. Tendría que escapar o morir. Y la
evasión comenzaría tan pronto como emergiese a la
superficie. En la sofocante oscuridad del estrecho túnel,
mientras respiraba el aire embotellado y se agarraba
como un insecto a las clavijas en las paredes, pensó que
quizá ya era demasiado tarde.
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