Page 260 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 260
indios norteamericanos, su arte y su cultura, le permitía
entender lo que los demás hombres que le rodeaban no
habían entendido ni podían entender. Se habían dejado
engañar por sus fobias contra la radiación, desarrolladas
cuando aún se hallaban abajo en los tanques, y que a la
sazón no habían hecho más que aumentar, ocultando a
sus ojos lo que para él era evidente.
Y con todo, seguía intrigado, pues saltaba a la vista que
Lantano había fomentado entre ellos aquella imagen de sí
mismo, aquella imagen de hombre enfermo y quemado.
Aunque... efectivamente, parecía herido. Tal vez no en su
piel, sino más profundamente. Por lo que, en el fondo,
aquellos hombres no se equivocaban.
‐¿Por qué son bienaventurados los pacíficos? ‐le
preguntó Lantano.
Aquella pregunta dejó cortado a Nicholas. Y
precisamente era él quien lo había dicho.
La frase le salió sin pensarla; se formó en su mente al
contemplar a Lantano; como cuando, un momento antes,
otra observación extemporánea había acudido de modo
espontáneo a su mente consciente: la que se refería al
hombre despreciado y rechazado. Y aquel hombre fue...
bien, en su fuero interno sabía perfectamente quién fue
aquel hombre, aunque casi todos los habitantes del Tom
Mix sólo asistían a los servicios dominicales por pura
fórmula. Sin embargo, para él era verdad; había tenido fe.
Había creído. Lo mismo que había creído también ‐
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