Page 258 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 258
demasiada radiación. Esperan que ésta me mate y
entonces esta zona revertirá al dominio público.
Plegó sus labios con lúgubre sonrisa.
‐¿Es verdaderamente demasiado radioactiva? ‐le
preguntó Nicholas‐. ¿Qué índice de radiactividad les dan
sus contadores Geiger?
‐No llegan a enterarse porque ninguno de sus robots
regresa para contárselo. Mis propios compañeros
metálicos los destruyen; el índice de radiactividad de esta
zona sólo es asunto mío. Pero... comprenderás que a
causa de ello mis robots son muy peligrosos. Trata de
entenderlo, Nick; tuve que elegirlos entre antiguos
veteranos de guerra; necesitaba su dureza, su
adiestramiento y su habilidad. Los hombres de Yance
(supongo que ahora ya sabes qué significa este término)
prefieren los robots nuevos, flamantes e impecables que
se fabrican abajo. Pero yo tengo que resolver un problema
especialísimo: el de mi propia defensa.
Su voz, cautivadoramente melódica, parecía casi un
canto medio susurrado; hablaba tan bajo, que Nicholas
tenía que esforzarse para oír lo que decía. Era como si
Lantano se convirtiese en un ser irreal, como si estuviera
a punto de desvanecerse.
Y cuando miró al rostro del hombre moreno halló de
nuevo en él las arrugas de la edad. Esta vez, junto con las
arrugas, distinguió unos rasgos familiares. Era como si, al
envejecer, Lantano se hubiese convertido en otro.
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