Page 261 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   261


           aunque la palabra temido sería más exacta‐ que algún día

           necesitarían saber  cómo  sobrevivieron  los  indios  pieles


           rojas, porque acaso ellos mismos también se verían en la

           necesidad de tallar puntas de flecha de sílex y curtir pieles

           de animales.


              ‐Ven a mi villa ‐le dijo Lantano‐. Tengo ya terminadas

           varias  habitaciones;  puedo  vivir  allí  confortablemente

           mientras las brigadas de hombres metálicos transportan


           con  estrépito  bloques  de  hormigón  y  losas  que  antaño

           formaron parte de bancos, autopistas y grandes edificios,

           y...


              Nicholas le interrumpió:

              ‐¿Podría quedarme a vivir allí, y no en este sótano?


              Tras una pausa, Lantano repuso:

              ‐Por supuesto. Atenderás a que mi  mujer y  mis hijos

           estén  a  salvo  de  ataques  de  los  robots  de  mis  cuatro


           vecinos mientras yo estoy en la Agencia; podrás dirigir

           mi  pequeña  fuerza  de  policía,  destinada  a  mi  defensa


           personal.

              Se  volvió  e  hizo  una  seña  a  su  séquito;  los  robots

           empezaron a salir del sótano en fila india.


              ‐Vaya ‐comentó Blair con envidia‐, veo que has picado

           alto.

              ‐Lo  siento ‐contestó  Nicholas.  No  sabía  por  qué  le


           intimidaba Lantano ni por qué deseaba irse a vivir con él.

           Es un misterio, pensó; hay un enigma alrededor de este

           hombre  que  tan  pronto  parece  viejo  como  de  mediana




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