Page 259 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   259


              ‐Nick ‐le dijo Lantano con voz queda‐, ¿qué decías del

           color de mi piel?


              Nicholas guardó silencio, sin responder.

              ‐Vamos, puedes decirlo ‐le alentó Lantano.

              ‐Eres un...


              Escrutó a Lantano con intensidad y entonces, en vez de

           un  hombre  viejo,  vio  a...  un  joven.  Un  hombre  lozano,

           más  joven  que  él  mismo;  no  aparentaba  tener  más  de


           diecinueve o veinte años. Debe ser cosa de la radiación,

           pensó  Nicholas;  lo  está  consumiendo  vivo  hasta  los

           tuétanos. Marchita, calcifica y acelera la destrucción de


           las  membranas  celulares,  del  tejido  orgánico;  sí,  está

           enfermo...


              Blair tenía razón.

              Y,  sin  embargo,  el  hombre  parecía  reponerse

           visiblemente.


              Era  como  si  oscilase:  pasaba  de  la  degeneración,  del

           sometimiento a la radioactividad que padecía doce horas


           diarias,  a  la  vida...  luego,  como  si  ésta  lo  devorase,  se

           apartaba del abismo; se recargaba de nuevo.

              El tiempo serpenteaba a su alrededor, hurgándole con


           dedos  invisibles  y  manipulando  insidiosamente  el

           metabolismo  de  su  cuerpo.  Pero...  sin  vencerlo  jamás

           totalmente. Sin ganar nunca, en realidad.


              ‐«Bienaventurados los pacíficos» ‐citó Nicholas: Luego

           guardó silencio. No podía continuar. No podía decir lo

           que sabía, ni que su antigua afición, su interés hacia los




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