Page 270 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 270
que enviárnoslas de la Luna; allí es donde está el depósito
más cercano a ese material. Ningún hombre de Yance lo
tiene, ni siquiera Eisenbludt en Moscú. Y si lo tienen, no
querrán prestárnoslo; ya sabe usted cuánta rivalidad hay
entre los hombres de Yance. Temerían que de
prestársela...
‐Ahórrese el discurso ‐le atajó Foote‐ y sigan probando.
De todos modos, luego iré a echar una mirada a esa caja;
no se trata de una aleación... sino de un plástico.
‐Entonces, será un plástico que desconocemos.
Foote repuso:
‐Es un arma avanzada que indudablemente procede de
los archivos secretos de la Agencia, de donde alguien la
ha sacado no sabemos cómo. Sea como fuere, fue
inventada a finales de la guerra y no llegó a emplearse.
¿Acaso no reconoce usted la experta mano de los
alemanes en una obra como ésta? Es un Gestalt‐macher;
puedo asegurarlo ‐se señaló la frente con el índice‐. Me lo
dice esta circunvalación extra de mi lóbulo frontal. No
necesito pruebas. Cuando consiga abrirlo, lo verá: tiene
eyectores que emiten sangre, cabellos, palabras, ondas
cerebrales, trozos de tela e incluso imprimen huellas
dactilares. ‐Y, además, pensó, un dardo homotrópico y
homeostático con punta de cianuro. Esto era lo más
importante de la máquina‐. Supongo que habrán probado
también el calor.
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