Page 271 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 271
‐No excesivo. Alrededor de unos doscientos cuarenta
grados; temíamos que si aumentábamos más la
temperatura...
‐Prueben hasta trescientos cincuenta, y avísenme si
empieza a fundirse.
‐Muy bien, señor.
El técnico del laboratorio abandonó la habitación.
Foote dijo entonces a Cencio:
‐No lo abrirán nunca. No es de rexeroide; es un
termoplástico, uno de esos extraordinarios
termoplásticos alemanes que sólo se funden a una
temperatura exacta, ni medio grado más ni medio grado
menos; por encima y por debajo de esa temperatura se
templa aún más que el rexeroide. Hay que conocer la
temperatura exacta; en su interior tiene un reóstato que
funde la carcasa cuando se necesita que ésta cambie de
forma. Si no se cansan de probar, acaso lo consigan.
‐Pero si calientan demasiado la caja ‐observó Cencio‐,
reducirán a cenizas lo que ésta contiene.
Esto era cierto. Los técnicos alemanes también habían
tenido en cuenta ese detalle; el mecanismo estaba
construido de tal manera que cualquier intervención
ajena, como la acción del calor, taladros y sondas de
cualquier clase, activaba un circuito de autodestrucción.
Y la máquina ni siquiera estallaba de manera visible; sus
mecanismos simplemente se desintegraban. Aunque
ellos siguieran esforzándose por penetrar en su interior,
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