Page 272 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 272
si lo conseguían no encontrarían más que un montón de
piezas fundidas e irreconocibles.
Esas armas creadas al final de la guerra, pensó Foote,
son verdaderamente diabólicas. Sobrepasan demasiado
nuestra capacidad. Aterra imaginar lo que los técnicos
habrían inventado si la guerra hubiese durado un año
más. Si las factorías automáticas no hubieran sido
destruidas junto con todos los talleres laboratorios y
campos de pruebas de la superficie... como aquella única
empresa que fabricaba los artiforgs...
El intercomunicador zumbó y la señorita Grey dijo:
‐Señor, el hombre de Yance David Lantano espera
hablar con usted. ¿Le paso?
Foote miró de soslayo a Cencio.
‐Ha visto el reingreso del satélite y sabe que lo filmamos
con todo detalle. Va a preguntarnos por qué.
Pensó rápidamente algo que decir para justificarse. ¿El
fugitivo del tanque? Bien; era un motivo aceptable
porque según la ley, Lantano debía entregar a los
psiquiatras de Berlín cualquier fugitivo de los tanques
que apareciese en los terrenos de su propiedad. Habló
entonces por el intercomunicador:
‐Póngame con el señor Lantano, señorita Grey.
El rostro de David Lantano apareció en la gran pantalla
y Webster Foote vio, fascinado, que estaba en la fase
juvenil de su ciclo u oscilación cronológica; en cualquier
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