Page 273 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 273
caso, la imagen que tenía ante sí era la que debía ser, la de
un joven de veintitrés años.
‐Hasta ahora no había tenido el placer de conocerle ‐dijo
Foote cortésmente (a los hombres de Yance, en general,
les gustaba esta deferencia)‐. Pero conozco los discursos
que usted ha redactado, por supuesto. Extraordinarios.
Lantano le dijo sin rodeos.
‐Queremos un artiforg. Un páncreas.
‐¡Santo cielo!
‐Usted puede localizarlo. Busque donde haya uno. Le
pagaremos espléndidamente.
‐No quedan.
Foote se puso a pensar entonces: «¿Por qué? ¿Quién lo
necesita? ¿Tú mismo? ¿O es que tu amigo subió a por él?
Probablemente sea esto último, y tú te muestras caritativo
o al menos quieres parecerlo».
‐Imposible, señor Lantano ‐agregó, y de pronto se le
ocurrió una idea‐. Permítame visitarle en su villa para
robarle unos minutos de su precioso tiempo. Tengo
algunos mapas, son mapas de Estado Mayor de la última
guerra, que indican zonas no excavadas donde
posiblemente existan artiforgs almacenados. Se trataba de
hospitales de la Aviación de los Estados Unidos situados
en lugares remotos, como Alaska y el norte del Canadá.
Entre los dos, quizá...
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