Page 293 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   293


           consiguiente,  Brose  era  inocente ‐hizo  una  pausa  para

           tomar  aliento‐.  Sin  embargo,  no  es  inocente.  Fue  Brose


           quien programó la máquina para que le acusase a él; así

           la policía le creería inocente.

              Adams dijo:


              ‐La verdad, no lo entiendo ‐meneó la cabeza‐. Es que no

           lo entiendo, Lantano. Por favor, no me lo repita... le he

           oído  muy  bien.  No  me  he  perdido  ni  una  sola  de  sus


           palabras. Pero es que me parece demasiado...

              ‐Demasiado retorcido, en efecto ‐asintió Lantano‐. Una

           máquina que mata y que esparce también pruebas falsas;


           sólo que en este caso las pruebas falsas son auténticas.

           Tenemos aquí, Adams, el no va más de la falsificación, la


           última etapa en la evolución de una empresa creada con

           el  único  y  exclusivo  propósito  de  fabricar  fraudes  que

           resulten convincentes. ¡Vaya!, ahí llega Foote.


              Lantano se levantó y se volvió hacia la puerta. Esta se

           abrió y dio paso a un solo individuo, sin séquito de robots


           ni guardaespaldas humanos, observó Nicholas. El recién

           llegado llevaba bajo el brazo una cartera de cuero sin asa.

              ‐Ah, Adams ‐dijo Foote‐. Me alegro de verle todavía con


           vida.

              David  Lantano  hizo  las  presentaciones  con  talante

           sombrío y mostrando un extraño cansancio; por primera


           vez pareció reparar en la presencia de Nicholas ante el

           afligido y asustado Joseph Adams.







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