Page 295 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 295
‐¡Ah! Conque ese artiforg, ese páncreas es para usted. ‐
Se sentó y descorrió la cremallera de su cartera‐. ¿Es para
alguien de su tanque? ¿Para una persona muy apreciada,
para una anciana y querida tía suya? Los artiforgs, como
sin duda ya le habrá explicado el señor Lantano...
‐Tengo que seguir buscándolo ‐repuso Nicholas‐. No
hay más remedio.
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Cuando abrió su cartera de cuero, Webster Foote dejó
caer al suelo deliberadamente un mazo de papeles;
cuando se agachó para recogerlos, vio su ocasión y la
aprovechó. Mientras con la mano izquierda recogía los
documentos que había dejado caer, con la derecha
introdujo entre los cojines del diván donde se sentaba ‐en
el lugar que previamente había escogido‐ un diminuto
transmisor audiovisual, que no solamente captaba y
almacenaba datos, sino que los transmitía en seguida al
agente de Foote de la sucursal más próxima.
Dirigiéndose a Foote, el agobiado Joseph Adams dijo:
‐De modo que usted facilitó las pistas halladas a la
computadora de Moscú y ésta le dio la ficha de Brose.
Esto quiere decir que a sus ojos Brose es inocente, puesto
que las pruebas son falsas y fueron dejadas por un
Gestalt‐macher, el cual fue enviado por alguien que tiene
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