Page 297 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 297
La penúltima verdad Philip K. Dick 297
un golpe del que ya no se repondrá, y eso no puedo
permitirlo.
Se sentía agraviado y en una posición muy embarazosa.
«¿Significa eso ‐se preguntó‐ que caí en una trampa o,
para ser más exactos, en una doble trampa? El crimen fue
cometido por ese televisor portátil, pero quien lo envió
realmente fue Brose, programándolo para que lo acusara
a él. Y pensar que yo, con mis facultades extrasensoriales,
no fui capaz de adivinarlo...».
«Ha sido Lantano ‐se dijo‐; esta idea es suya.
Maquiavélica. Este hombre es un superdotado
peligrosísimo».
Un receptor subdérmico injertado de modo invisible
debajo de su oído entró de pronto en funcionamiento:
‐Captamos claramente la señal audiovisual, señor. Ha
instalado el emisor espléndidamente. A partir de ahora,
sabremos todo cuanto ocurre en esa habitación.
Sumido todavía en sus pensamientos, Foote desenrolló
con aire pensativo sus mapas militares, donde estaban
indicados los depósitos esenciales para el Ejército, que
tenían carácter muy secreto... clasificados, como se decía
en la antigua jerga. Los había puesto a su disposición el
General Holt, por intermedio de la Agencia, para una
misión anterior encargada por Brose. Los mapas
auténticos fueron devueltos, pero él se quedó con unas
fotocopias. Los estudió sin demasiada atención,
dispuesto a iniciar la tediosa conversación de relleno con
297

