Page 331 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   331


           tenemos  que  matar;  el  precio  del  horrendo  trato  es  de

           cuatro vidas por una.


              Como quiera que fuese, ya estaba hecho. Entonces hizo

           describir un viraje al volador y puso rumbo al sudeste,

           hacia Carolina, y no hacia Nueva York, que ya no volvería


           a ver.

              Tardó  varias  horas  en  distinguir  el  sector  iluminado

           entre las tinieblas del terreno que señalaba el lugar de las


           excavaciones.

              Programado  por  Adams,  el  volador  inició  su  espiral

           descendente hacia el lugar donde Nicholas Saint‐James


           dirigía  las  excavaciones  que  efectuaban  los  robots  de

           David  Lantano,  en  busca  de  un  depósito  médico‐


           quirúrgico  del  Ejército  y  de  los  artiforgs  que  pudiera

           contener.

              Después de tomar tierra, Adams se encaminó al lugar


           de las excavaciones. Vio a Nicholas Saint‐James sentado

           a un lado y  rodeado de  cajas de cartón, lo que le hizo


           suponer que el trabajo había dado el fruto apetecido. El

           depósito del antiguo Ejército de los Estados Unidos había

           sido  localizado  y  se  habían  rescatado  los  artículos


           médicos  que  contenía.  En  el  argot  de  los  hombres  de

           Yance, era un regalo de Navidad.

              Levantando  la  vista  al  oír  que  se  acercaba  el  primer


           robot, Nicholas gritó:

              ‐¿Quién vive?







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