Page 328 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 328
como bien sabe Dios, considero a Brose rematadamente
malo. Su proyecto especial fue el colmo de la maldad y el
cinismo, añadidos a esa extraña mezcla de astucia senil y
de malicia casi infantil que tiene ese hombre, que le hace
babear y brillar sus duros ojos por lo que disfruta con ello.
Y Brose irá empeorando, se dijo. A medida que su
cerebro se vaya degradando más y más, a medida que
sufra minúsculos derrames por rotura de capilares. A
medida que una región tras otra de su tejido cerebral vaya
pereciendo privadas de oxígeno y nutrición, lo que reste
será aún más repugnante, menos de fiar desde el punto
de vista ético y pragmático.
Bajo el degenerado gobierno de Stanton Brose, los
veinte años siguientes aún serían mucho más terribles a
medida que el órgano central y dirigente se fuese
degradando cada vez más, inexorablemente, arrastrando
al mundo en su decadencia. Y todos los hombres de
Yance, y él mismo con ellos, serían movidos y
zarandeados como muñecos por las manos convulsivas
de su dirigente medio loco. A medida que el cerebro de
Brose fuese perdiendo sus facultades, ellos, como simples
apéndices de Brose, degenerarían, todos al unísono.
Santo cielo, qué perspectiva.
La fuerza sobre la cual ejercía tan extraordinario poder
Lantano ‐el tiempo‐ era la misma que corrompía los
tejidos orgánicos de Stanton Brose. De aquí se deducía
que...
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