Page 332 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   332


              Al  mismo  tiempo,  los  robots  de  Lantano  dejaron  su

           trabajo y sin que nadie se lo ordenase se dirigieron hacia


           Nicholas, a fin de protegerle; sus extensiones manuales

           acudieron a las armas que llevaban en la parte media de

           su cuerpo. Todo lo hicieron rápida y suavemente, y todos


           a una.

              Adams dio una orden y sus propios robots le rodearon

           igualmente  en  una  disposición  defensiva.  Los  dos


           hombres quedaron separados por una doble barrera de

           robots enfrentados... ellos no podían verse...

              ‐Saint‐James... ¿se acuerda de mí? Soy Joe Adams; nos


           conocimos en casa de David Lantano. He venido a ver si

           ha tenido usted suerte y si ha conseguido encontrar su


           artiforg.

              ‐Sí,  he  tenido  mucha  suerte ‐le  contestó  Nicholas,

           gritando también para hacerse oír‐. Pero ¿a qué viene ese


           despliegue de robots? ¿Quién lucha contra quién y por

           qué?


              ‐Yo no quiero luchar ‐dijo Adams‐. ¿Puedo retirar a mis

           robots? Haga usted lo mismo con los suyos y deme su

           palabra de que no cometerá ninguna acción hostil.


              Verdaderamente asombrado, Nicholas repuso:

              ‐Pero si no hay guerra; así me lo dijo Blair, y, además,

           he visto esos magníficos latifundios con mis propios ojos.


           ¿Por qué tiene que haber «acciones hostiles» entre usted

           y yo? ¿A santo de qué, pregunto?

              ‐No hay motivo, en efecto.




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