Page 336 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 336
seguir Brose para llegar hasta él. Intuía que Foote y
Lantano sabrían hallar la solución.
Pero no le perdonarían jamás el no haber acudido a la
cita.
Si no conseguían eliminar a Brose, entonces aquel viejo
y senil montón de grasa no dudaría en aniquilarlos, y de
paso posiblemente también a Adams. Pero si lo
eliminaban... entonces, cuando Foote y Lantano ‐
especialmente Lantano‐ se hubieran hecho con el poder
sustituyendo a Brose, se dedicarían a cazarle. No tendrían
prisa; su venganza podría esperar. Pero ésta llegaría
inexorablemente; tarde o temprano. Cualquiera que fuese
el resultado de la trampa que en aquellos momentos
estaban tendiendo a Brose en el edificio de la Agencia.
‐¿Le dijo usted a Lantano ‐preguntó entonces a
Nicholas‐ de qué tanque procedía?
‐¡Por Dios; no! ‐exclamó Nicholas‐. Debo proteger a la
gente que vive en él; tengo allí a mi mujer y a mi hermano
menor, en el... ‐Se interrumpió a tiempo‐. Sólo se lo he
dicho a un fugitivo que vive en las ruinas de Cheyenne y
se llama Jack Blair. ‐Se encogió de hombros con
estoicismo‐. Pero seguramente Blair lo habrá olvidado;
todos los que vi entre aquellas ruinas me parecieron un
poco desquiciados ‐y continuó en tono sereno‐: Soy el
presidente electo de mi tanque. Pesa sobre mí una terrible
responsabilidad. Por eso me enviaron personalmente a la
superficie en busca de este artiforg.
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