Page 347 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 347
una manera puramente intelectual, pero no hasta ese
punto.
Hizo un expresivo gesto.
‐Lo aceptan completamente ‐asintió Nicholas‐. A todos
los niveles emocionales. Hasta el nivel animal fóbico
fundamental; hasta la capa más profunda de su
personalidad.
Luego empezó a desnudarse con resignación. Hasta el
momento de decírselo, no había otra opción. Era preciso
cumplir el ritual.
Finalmente, como impelido por un remoto reflejo de
origen oscuro e impreciso, Adams también empezó a
desabrocharse la camisa.
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A la una de la tarde, Carol Tigh injertó con éxito el
páncreas a Maury Souza, que aún seguía sometido a
hibernación. Luego, utilizando el mejor instrumental
médico del tanque, restableció la circulación, los latidos
cardíacos y la respiración; el corazón empezó a bombear
sangre por las venas y arterias, estimulado primero y
luego de manera espontánea. Entonces le fueron retirados
uno a uno y cautelosamente, con mano experta, los
estimuladores artificiales que le habían sido implantados.
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