Page 352 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   352


           tumultuosamente‐.  Eso  quiere  decir  que  aún  siguen

           luchando por el poder.


              ‐Ya veremos ‐dijo Adams, en tono frío y técnico‐. No

           tardaremos en saberlo.

              Su actitud parecía deliberadamente imparcial, y estaba


           decidido a mantenerla.

              ‐¿Estaba  ante  su  gran  mesa  de  roble,  con  la  bandera

           detrás?


              ‐No sabría decírselo. Ha sido demasiado fugaz; apenas

           ha durado un segundo. Yo creo ‐Adams hablaba en voz

           baja  pero  muy  clara  mientras,  a  su  alrededor,  los


           ciudadanos  del  tanque  iban  sentándose  sin  prisas,  con

           gestos  de  aburrimiento  para  bostezar,  murmurar  o


           charlar.  Aquella  gente  no  sabía  la  trascendencia  que

           aquello podía tener para ellos, para su porvenir‐, a decir

           verdad, que el choque no se ha producido a las nueve de


           la mañana, hora de Nueva York. A lo que parece, está

           produciéndose ahora. ‐Consultó su reloj‐. En la Agencia


           son las seis de la tarde. Eso quiere decir que lo que sea, ha

           venido durando todo el día.

              Dirigió entonces su atención a la gran pantalla, y guardó


           un silencio expectante, que Nicholas rompió para decir:

              ‐Eso significa que el dardo falló.

              ‐Tal vez. Pero eso no sería el fin. Lantano no se resignará


           a  morir  tan  fácilmente.  Analicémoslo  paso  a  paso.  En

           primer lugar, el arma empleada avisa instantáneamente a

           su  dueño  en  caso  de  errar  el  blanco.  Dondequiera  que




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