Page 348 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 348
Los electroencefalogramas y electrocardiogramas que le
fueron hechos durante las siguientes horas, que eran las
críticas, indicaron que su organismo reaccionaba
normalmente; el viejo Souza tenía buenas perspectivas de
recuperarse y de vivir unos cuantos años más, años que
iban a ser muy importantes.
Todo había ido bien. Después de permanecer largo
tiempo junto a la cabecera del viejo mecánico, viendo
como las plumillas trazaban curvas sobre las tiras de
papel, Nicholas se fue satisfecho, al comprobar que se
mantenían las constantes vitales.
Al fin había llegado el momento de reunirse con su
pequeña familia en el habitáculo que ocupaban, con un
único cuarto de baño compartido por la familia vecina.
Iba a reanudar la antigua vida en el tanque.
Por poco tiempo.
Y después, se dijo mientras se alejaba solo por el
corredor de la clínica hacia la rampa que conducía a su
propia planta, sonarán las trompetas y se levantarán, no
los muertos, sino los engañados. Y su carne no será
incorruptible, triste era reconocerlo, sino mortal y muy
mortal, perecedera. Y, además, los «muertos» estarán
furiosos.
Serán como un enjambre de avispas fumigadas e
irritadas, que se lanzarán al ataque. Primero será este
tanque, pero para entonces ya habremos establecido
contacto con los tanques vecinos y se lo habremos
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