Page 355 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 355
Al cabo de unos momentos ‐en el salón y entre los
espectadores reinaba un silencio de muerte‐ Nicholas se
volvió para mirar estupefacto a Adams.
‐Y muy pronto, amigos ‐continuó Yancy con el mismo
tono solemne y pausado‐, podréis regresar al mundo
bañado por el sol, que es el vuestro. Al principio os
sorprenderá lo que veréis; vuestra adaptación será difícil
y necesariamente lenta, debo decíroslo; además, la
evacuación tendrá que efectuarse por etapas. Pero va a
empezar inmediatamente, puesto que ya han cesado
todas las hostilidades. La Unión Soviética, Cuba, y todos
los países del Bloque Socialista han aceptado la rendición
incondicional...
‐¡Es Lantano! ‐musitó Adams, sin creer en lo que oía.
Abandonando su asiento, Nicholas recorrió el pasillo
para salir de la gran sala.
En el corredor se detuvo para meditar a solas y en
silencio. Evidentemente Lantano, con ayuda de Webster
Foote o sin ella, había conseguido eliminar a Brose
aquella misma mañana con el dardo de gran velocidad; o
quizá más tarde, y con otra arma, necesariamente
apuntada también al decrépito cerebro, pues éste era el
único órgano de Brose que no podía ser reemplazado. La
pérdida de aquel órgano significaba la muerte para su
dueño. Y así había ocurrido.
Brose había muerto, de eso no cabía la menor duda.
Acababa de tener la prueba de ello... la prueba que
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