Page 58 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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Cerca  de  la  mesa  había  una  encimera  con  tres


          taburetes a un lado y una gran cocina al otro. El aroma

          del pan horneado y de las plantas chisporroteantes


          inundó las fosas nasales de Rosemary, cuyo cuerpo le


          recordó lo mucho que hacía desde la última vez que


          había  comido.  Se  sentía  como  si  todo  su  torso

          estuviera hueco.



          —¡Eh!  —llamó  Sissix  por  encima  de  la  encimera—.


          ¡Venid a conocer a nuestra nueva tripulante!



          Rosemary  no  vio  la  cortina  que  cubría  la  puerta

          trasera hasta que un miembro de la especie más rara


          que había visto nunca la apartó y entró. El sapiente —


          «él», había dicho Sissix— como mínimo la doblaba en


          tamaño. Era gordo y carnoso, de piel gris moteada.

          Rosemary lo habría tomado por algún tipo de anfibio


          si no fuera por los mechones de largos bigotes que


          brotaban  de  unas  mejillas  parecidas  a  globos.  Casi

          todo su rostro estaba dominado por un labio superior


          ancho y partido, que a Rosemary le pareció adorable


          aunque  no  sabía  muy  bien  por  qué.  Rememoró  los


          videoprogramas  sobre  los  animales  de  la  antigua

          Tierra que le habían hecho tragarse de pequeña. Si se


          cruzaba una nutria con un geco y al resultado se le


          hacía caminar como una oruga de seis patas, se estaría

          cerca.



          Resultaba especialmente difícil catalogar las piernas


          del  sapiente,  porque  podrían  pasar  por  brazos  sin


          problema.  Tenía  seis,  fueran  lo  que  fueran,  todas








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