Page 165 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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para intentar palparla a su alrededor, no la
encontró cerca.
¿Qué había pasado con ella?
Como pudo, con la cabeza ardiendo y dolorida
como si se hubiera dado un mazazo, Joe se
incorporó ligeramente. No se había dado cuenta,
pero había reculado con los pies hacia el fondo de
la casa, pasando por delante de la puerta del
dormitorio. El suelo estaba recorrido por las
pequeñas marcas negras de la suela de sus botas.
Ese era, sin duda, el motivo por el que los alaridos
ya no resultaban tan insoportables.
Pero la pistola era un problema: podía verla allí al
fondo, sí, en el umbral de la entrada. Pero eso
suponía unos buenos cuatro metros. Más allá, en el
exterior, las formas de un negro absoluto
evolucionaban dando vueltas sobre sí mismas.
Joe intentó avanzar hacia la pistola, dándose la
vuelta sin incorporarse. Se movía agazapado,
sirviéndose de los pies y las manos para progresar,
pero a cada paso que daba, la intensidad del alarido
parecía multiplicarse.
Brazo adelante.
Los músculos del cuello empezaban a temblar.
Brazo adelante.
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