Page 233 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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no hubiese revelado sarcófagos de piedra donde los
nuevos Pete y Betsy durmiesen el sueño de los
muertos, o quizá una crisálida repugnante
embadurnada de mucosidades chorreantes como
sebo derretido.
Sin embargo, estaba el asunto de la electricidad. El
hecho de que no estuviese desconectada, como era
previsible en periodos prolongados de ausencia, sin
duda espoleaba sus temores.
«No estarán. Se han ido los dos al Pozo», insistía su
voz interior. Joe decidió que extremaría las
precauciones y se movió por el sótano intentando
no hacer ruido.
El suelo, descubrió, tenía una gruesa capa de polvo
y tierra, suave y uniforme como una playa virgen.
Nadie pasaba por allí en mucho tiempo. Los
estantes revelaban cosas como provisiones, con
cajas de leche, alimentos enlatados y garrafas de
agua, pero no había huellas de ningún tipo en el
suelo.
«Oh, Pete. ¿De qué has estado alimentando tu
carcasa humana?». Pete bien pudiera tener dentro
un demonio ancestral, pero estaba razonablemente
seguro de que el envoltorio seguía necesitando los
aportes nutritivos esenciales para su
funcionamiento.
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