Page 201 - La Nave - Tomas Salvador
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niño...
—¡Valiente tramposo es Alan! Ni siquiera lo he
visto en todo el turno. Lo estuve llamando y no
apareció.
Abul sonrió y dijo:
—No es cierto. Oí cómo le decías que no viniese
hasta más tarde. Estoy celoso, Dina. ¿Es que quieres
a Shim y por eso alejas a los niños?
Dina, sin transición apreciable, cayó en un llanto
amargo y caudaloso. Las lágrimas fluían de sus ojos
y su pecho se agitaba desacompasadamente.
Hubiera deseado tener manos para acariciar su pelo
y decirle que callara, que no llorara de aquella
manera. Pero Abul no parecía muy preocupado y
calló, para ver en qué paraba aquello.
—¡Malo! —dijo ella—. Yo sólo te quiero a ti.
—¿Por qué quieres dar tú la comida a Shim?
Incapaz de inventar una historia, la muchacha
confesó:
—Sad me lo pidió. Quiere que el extranjero se
acostumbre a las mujeres y que sepa cómo
solamente ellas pueden ser capaces de cuidarle. Es
por eso, Abul. No quiero que dudes de mí.
—No dudo de ti, Dina; ya lo sabía. Pero deseaba
que Shim me comprendiera y te comprendiera a ti.
Te quiero, Dina, y sé que tú sólo me quieres a mí.
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