Page 203 - La Nave - Tomas Salvador
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—Por le menos tan suave, Shim, de verdad te lo


            digo. Reconozco, sin embargo, que yo no he tocado


            el libro.



               —Dices bien: tú no has tocado el Libro.



               El peso de la tristeza apagó las palabras. Ninguno


            sabía como romperlo. Entonces entró la muchacha


            llamada Sad.



               —Shim... —dijo.



               —Ése soy yo.



               —Yo  te  daré  la  comida,  quieras  o  no  quieras.


            Abul...



               —Ése soy yo.



               —Harías bien en buscar a Dina. Está llorando.


               —Iré en su busca, Sad.



               —Muy bien; está en...



               —No; no me lo digas. ¿Acaso no comprendes lo


            maravilloso que es buscar a la amada con los ojos


            cegados,  y  buscar,  y  sufrir,  y  esperar,  y  temer,  y



            seguir  buscando  por  lo  ignorado  y  temido  hasta


            encontrarla  y  saber  que  ella  es  la  luz  que


            esperábamos?







               Había  terminado  la  comida  —unas  pocas


            proteínas y unas frutas hidropónicas— y Sad no se


            marchaba.  Se  acurrucó  en  el  suelo,  sin  dejar  de





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