Page 219 - La Nave - Tomas Salvador
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el cerebro. Con ellas se comunicaban sus emociones
los hombres que no sabían escribir, pero que
necesitaban hacerse comprender dentro de sus
limitaciones. Algo había aprendido escuchando a
Dina una sola palabra: «Abui»... pero había creído
que la emoción era privativa de lo amoroso. Ahora
empezaba a comprender que todas las emociones
humanas podían dar una forma distinta a las
palabras, enriqueciendo su significado.
—Sigue, Ylus —dijo—. Te comprendo; eres el
padre de la familia y no quieres daño para tus hijos.
Pero tampoco es necesario estar teniendo miedo,
dejar de hacer por temer las consecuencias. Eso es
mucho peor que saber afrontar con prudencia las
situaciones.
—Prométeme, de todas formas, que nunca harás
daño a los hombres y mujeres del pueblo wit, que
guardarás sus secretos y respetarás sus símbolos,
que no harás burla de sus costumbres y sabrás
escuchar siempre las palabras de su recuerdo de los
tiempos.
—Te lo prometo, Ylus.
El padre de la familia colocó la luz a un lado y dijo:
—Todo empezó en el tiempo en que los hombres
eran una sola raza y vivían en el país de los símbolos
—comenzó a decir pausadamente.
Se inclinó en el lecho, para dejar que las palabras
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