Page 244 - La Nave - Tomas Salvador
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y...
Hipo rompió a reír; rió Ylus, rieron los heridos y
hasta Sad, la triste, rió hasta que se le saltaron las
lágrimas.
También rió él, mucho, para ocultar su
preocupación.
—Grita, Shim. Cuando se grita se crispan los
nervios y se cansan. Entonces no duelen tanto las
heridas.
—No es necesario, Hipo; los kros no gritan. Pero
yo gritaré cuando me hagas daño. Pero es que
ahora, Hipo, no me haces daño.
—Bueno. Quiero que sepas, Shim, que me
aprenderé de memoria lo que me has dicho y se lo
enseñaré a mis hijos...
—Si tuviera manos te lo escribiría.
Ylus se debió de acordar de una vieja promesa.
—¿No podrías hacer algo en esas manos?
Hipo se ruborizó; miró en torno suyo y dijo, muy
bajo:
—No es posible. He intentado hacerlo y no ha
salido bien...
—¿Cómo lo hiciste?
—Con los muertos. Lo he intentado; con las
manos, los ojos y el hígado. No ha salido bien.
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